La señora de vestidos con flores

Era una señora muy hermosa y emperifollada, le gustaban los vestidos con
flores grandes de múltiples colores que ella misma se confeccionaba, en una vieja
máquina Singer, que con mucho esfuerzo pudo comprar, igualmente cosía unos
trajes drapeados que le quedaban de figurín. También era aficionada a los
zapatos altos, los tenía de todos los colores: blancos, negros, marrones, rosados,
beige e incluso tuvo unos “Carmen Miranda” azules, que en un viaje le trajera
María Antonieta Calanche, mejor conocida en el pueblo como La Calancha, dentro
de su maleta de sueños y fantasía, los cuales, ella combinaba con la cartera y muy
ufana salía a escuchar con mucha devoción, la Misa que daba el padre Torres,
aquel cura que un buen día del año 1916 llegó de Carora.

Este sacerdote era culto y muy humano, vivía con mucha humildad en
aquella vieja casa cural, junto a su tía, Josefa Antonia Arapé, una señora entrada
en años y de quien decían los vecinos, tenía mucho dinero.

Una tarde se arregló para dar un paseo y a la vez comprar unos pavos que
criaban a las afueras del pueblo. Comenzó a caminar por esas antiguas calles que
conformaban la Calle Londres que así se llamaba, era empedrada y en ella se
erigían unos caserones con grandes portones, ventanales y unas puertas largas,
pero angostas, con sus techos muy altos de dos aguas, amplios salones y anchos
corredores que bordean todo el patio central donde se encuentran flores de
magnolia, azucenas, rosas y buenas tarde y en el medio, una fuente de aguas
cristalinas que les imprimían color, a esas destartaladas paredes.

Así continuó la marcha, comenzó entonces a recorrer las calles de tierra
donde el paisaje cambiaba y de las imponentes casas se daba inicios, a aquellas
viviendas más humildes, elaboradas de adobe sin frisar, algunas de techo de una
sola agua y otras más pequeñas, rodeadas de árboles frondosos y animales que
deambulaban durante las horas del día, dentro de sus cercas, elaboradas con
alambre de púa, sostenida por pequeñas hileras de oreja de ratón.

Ella con su cartera debajo del brazo iba preguntando interesada en
comprar, pero donde veía pavos solicitaba gallinas y donde sentía el cacaraquear
de las gallinas preguntaba por los pavos y así siguió su camino, encontrándose
con cerdos callejeros, con burros amarrados a un totumo y regresó a su casa, tal
como salió, sin nada, solamente le quedaba la satisfacción de haber ido a pasear.
No obstante, ese no era su objetivo, lo que en el fondo, la mujer pretendía era
encontrar a su marido que le habían comentado, andaba con la Negra Ruperta.
Por eso, todas las tardes, salía a comprar un pavo para Navidad o una gallina para
el sancocho y regresaba a su casa sin el pavo y sin la gallina.




Belky Montilla Escalona

Esta escritora yaritagüeña es educadora, periodista y Doctora en Patrimonio
Cultural que labora como Cronista del municipio Peña plataforma que aprovecha
para dar a conocer la historia del ayer y de la cotidianidad, además de poner en
alto la yaritagüeñidad, a través de sus escritos sobre monumentos, de sus casas y
de su gente. Asimismo, es escritora, escribe poesía, es miembro de Asopey y
cada día realiza investigaciones sobre una gran variedad de temas que luego son
difundidos por las diferentes Redes Sociales y posee más de 25 títulos publicados
en Antologías e individuales, dicta conferencias, charlas, participa en
conversatorios y encuentros poéticos que le llenan de mucha satisfacción y
gracias a la Editorial Hispana en la actualidad, sus letras recorren la América de
Norte a Sur.

Comentarios

  1. Que hermoso relato. Gracias por compartir de manera tan amena las historias de nuestra Yaritagua. Felicidades

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  2. Q bello por un n momento sentí q era Yo jajajaja . Cómo yobera antes con mis labios Rojos pero mi corazón está echo pedazos y mi alma está rota . Q para mí era una alegría hacerlo ya no .. felicitaciones Prof . Me gustan mucho sus historias...

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