ENEMIGOS PÚBLICOS

Había quedado claro que ese día tendríamos tiempo para nosotros, pero ahora él está viendo la televisión. Tiene el control remoto en su muslo izquierdo, sosteniendo su rostro con la mano derecha, con la mirada fija en el canal de noticias. La corresponsal está transmitiendo desde una joyería en el centro de la ciudad, donde se ha reportado el robo de unos diamantes rosas que se habría mostrado en la exhibición del fin de semana. 

Los ojos heterocromáticos de Nero pasan por la escena plasmada en la pantalla mientras aún se escuchan en la lejanía las patrullas de la policía. Él hace un sonido con su garganta, uno decepcionante. Es el cuarto robo en el mes.

Me acerco y lo abrazo por detrás, tomándome el tiempo de pasar mi mano por su torso, por encima de su ropa. No deja de mirar la televisión. Tan solo la desvía para ver el remitente que lo llamaba a estas horas. Era Ángelo, su mejor amigo del Instituto, un pelirrojo muy caótico. Decidió rechazarla. Ángelo no volvió a llamar.

Comienzo a besar su cuello y no parece incomodarle. Como acto de consenso me toma del brazo y me hala hasta su regazo, tomando él el mando del beso, siendo feroz. Tomo el cuello de su camisa y lo aprisiono contra mi cuerpo cuando siento su mano recorrer la parte baja de mi espalda.
Mi corazón late con tal intensidad que dejo de escuchar las sirenas de la policía, la televisión y en general todo aquello que nos rodea. Solo tengo que perderme en él para sentirme en las nubes.

Es así desde que nos conocimos en la fiesta de la banda de Ángelo, después de que llegué a la ciudad.
Solo lo necesito a él. Siento su respiración en mi cuello, provocándome cosquillas. Él tenía la manía de detenerse unos segundos y oler la esencia, independientemente si era mía o la suya que se ha quedado en mi piel.

Me acaricia la mejilla, viendo finalmente sus ojos, azul y verde, respectivamente. Me sonrió antes de besarme la frente, dándome seguridad. Me retuvo en su pecho, acariciando mi cabello, cuando fugazmente luces rojas y azules pasaron por nuestra ventana, dándonos en la cara.
— Zoe, ¿Cuánto me amas? —dijo finalmente.
—Mucho.
—No es a lo que me refiero. —Su mirada era dura, acusadora. Reformuló su
pregunta: — ¿Hasta dónde estás dispuesta a llegar para demostrarme que me amas?

Reflexioné por unos segundos. Tiene razón, ¿Qué cosas haría para demostrar que amo a Nero?
No es una pregunta ligera, sin embargo, estaba lista para responderla. He esperado esta pregunta por un tiempo.
—Mataría a cualquiera con tal de protegerte.
Sonaba una locura, pero no lo era tanto, teniendo en cuenta nuestro historial…
Sacó la bolsita de terciopelo donde reposaban los diamantes robados y me abalanzó sobre él, retomando aquel beso animal. Desde mi posición se veía la clock como reposaba en el comedor, estaba junto a las cosas que Nero acostumbraba a usar para limpiarla. Cada noche, cada momento. Él siempre ha sido precavido.
—Esa es mi chica. — Su voz resonó con fuerza en mi interior. Estaba susurrando en mi oído, seductor: —Te amo, Zoe.
—Te amo, Nero.


BIOGRAFÍA:
Ana Delgado. 
Soy de Venezuela y con 17 años, la literatura se ha vuelto una extensión de mí misma.
Como miembro de "ASOPEY" y "Lozanía de las bellas artes", sigo buscando mi lugar en este mundo, pero me divierto mientras experimento con distintas ramas del arte y sus géneros.
Aún estoy luchando por mi sueño de dedicarme profesionalmente a la escritura, y paso a paso siento que estoy acercándome.

Correo: annadelgadofarfan@gmail.com
Facebook: @artistaslozanos















Contacto: annadelgadofarfan@gmail.com

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