El antícuento de Rogelio

El trabajo en la capital siempre se le hizo muy pesado y abrumador. En la hora que tenía de descanso, siempre se ponía a mirar por la ventana de su oficina, el panorama reflejaba el mismo árbol, su única conexión con la naturaleza. Soñaba con dejar todo atrás y vivir en las verdes praderas, respirar aire puro por las mañanas y que el sol sea su abrigo y compañero. Siempre soñaba lo mismo el pobre Rogelio, año tras año. Un día en particular, cuando bajaba del colectivo repleto de personas somnolientas y malhumoradas, le llegó un aire de frescura, una cachetada de realidad que lo dejó paralizado, lo único que pudo percibir fue su reflejo en la vidriera de una panchería de la esquina, se vio viejo, arrugado como árbol sediento de aventura. Miró su traje desaliñado y oscuro, nada de lo que se reflejaba tenía una chispa de vida, ni siquiera esos ojos marrones, ya sin brillo. Llegó a la puerta de su trabajo y no pudo entrar, la gente lo empujaba y el seguía petrificado, mirando con terror es...