Tío Luis

Para mamá, que vive en la playa Más allá de lo inverosímil de la historia, se sentaron a discutir muy seriamente si todo lo que les había dicho papá era cierto o no. Luis pensaba que sí. Tenía siete años, pero parecía de más. Augusto pensaba que no, que no podía ser cierto, que cómo va iba a ser verdad… aunque la historia era realmente interesante, y se hubiera sentado a escucharla otras mil veces más. Augusto tenía en ese momento nueve. Esos son mis dos hermanos. Ahora que somos mayores, recordamos todos esos cuentos, aquellos veranos, allá guardados en un lugar muy privilegiado y muelle en la memoria... Porque podremos escapar de todo, de todos nuestros problemas, pero no de lo que recordamos… esas diapositivas que se repiten una y otra vez y que aparecen sin que nadie las llame. Porque somos nosotros mismos. Esas anécdotas somos nosotros y lo que somos hoy, sin más. Y con todo aquello, nuestra madre, y papá, quienes nos dieron todo este bagaje de sedimentos cerebrales que llevaremos...