Llegará el día

Yo te veo llegar, hijo, me es inevitable. Me asomo a la ventana. Y sonrío. Sin remedio, sin escapatoria posible. Porque por fin te veo tan claramente llegar, porque te veo… Entrás saludando a un perro que ahora no existe, que llamás por su nombre y obedece tus órdenes moviendo la cola. Te veo empujar la puerta de entrada, atravesar el caminito que en tu infancia te llevaba tanto tiempo recorrer. Dejás las valijas en el piso, me llamás afuera, para que salga a tu encuentro. Siempre, siempre salgo a tu encuentro. Y antes de que llegue disponés dos reposeras, me besás la frente y nos sentamos en silencio. Te sentás a mi lado. En silencio, (porque así comienza la buena conversación). Sin hablar, solo con la seguridad que nos da el que está al lado y así continúan las mejores. Estar ahí, en silencio vos y yo un tiempo, todo un tiempo completo. Es un instante mudo antes de contarme cómo te fastidia tu nuevo jefe, pero que por suerte ya estás de vacaciones y que te irás unos días por ahí con...